La muerte de Tomás Borge es uno de esos eventos que todos comentan. En las paradas de buses, trabajos, redes sociales, el sofá de la casa del amigo a falta de mecedoras en el porche…. Todos tienen su opinión y les pica la lengua (o las yemas de los dedos) por hacérsela saber a quien sea que esté al lado.
Algunos opinan sobre el evento televisado, como quizás lo hicieron después del funeral de la Princesa Diana, los Oscars, y otros sucesos que requieren una super producción; decenas de cámaras y unidades móviles, ya se sabe, "la magia de la televisión" es a magia, lo que poliéster es a frescura.
Otros fingen indiferencia, pero seguro vieron el funeral escondidos en su cuarto con el volumen bajo, como aquellos que en su momento negaron ver “El clón”, pero de repente se les salía un saludo en árabe.
Mientras, otros mantuvieron conversaciones acaloradas sobre la vida de Tomás Borge. Algunos se convirtieron en historiadores amateurs por varios días, citando pasajes recientes para fundamentar la opinión que tienen del personaje. Héroe o villano, depende desde dónde se vea, como ese lugar llamado “Plaza de las Victorias”, que en otra dimensión es también llamada “Plaza del Fraude”, y en la realidad no es ninguna plaza.